"Fotos: Un
hongo grande como el cielo
Cielo de
Hiroshima, agosto de 1945.
El avión B-29 se llama Enola Gay,
como la mamá del piloto.
Enola Gay trae
un niño en la barriga. La criatura, llamada Little Boy, mide tres
metros y pesa más de cuatro toneladas.
A las ocho y cuarto de la mañana,
cae. Demora un minuto en llegar. La explosión equivale a cuarenta millones de
cartuchos de dinamita.
Eduardo
Galeano, del libro "Espejos. Una historia casi universal" 2008, SXXI.
(pp 882-83)
Allí donde Hiroshima
era, se alza la nube atómica. Desde la cola del avión, George
Carón, fotógrafo militar, dispara su cámara.
Este inmenso,
hermoso, hongo blanco, se convierte en el logotipo de cincuenta
y cinco empresas de Nueva York y del concurso de Miss Bomba Atómica, en Las
Vegas.
En 1970, un
cuarto de siglo después, se publican por vez primera algunas fotos
de las víctimas de las radiaciones, que eran secreto militar.
En
1995, la Smithsonian Institution anuncia en Washington una gran exposición
sobre las explosiones de Hiroshima y Nagasaki.
El gobierno la prohíbe
Eduardo
Galeano, del libro "Espejos. Una historia casi universal" 2008, SXXI.
(pp 882-83)
El otro hongo
Tres días
después de Hiroshima, otro avión B-29 vuela sobre Japón.
El regalo que
trae, más gordo, se llama Fat Man.
Los expertos
quieren probar suerte con el plutonio, después del uranio ensayado
en Hiroshima. Un techo de nubes tapa a Kokura, la ciudad elegida.
Después de dar
tres vueltas en vano, el avión cambia de rumbo. El mal tiempo y
el poco combustible deciden el exterminio de Nagasaki.
Como
en Hiroshima, los miles y miles de muertos en Nagasaki son todos civiles.
Como en Hiroshima, otros muchos miles morirán después. La era nuclear está
amaneciendo y una nueva enfermedad nace, el último grito de la Civilización: el
envenenamiento por radiaciones que, después de cada explosión, siguen matando
gente por los siglos de los siglos.
Eduardo Galeano, del libro "Espejos. Una
historia casi universal" 2008, SXXI. (pp 882-83)
El papá de la bomba
La primera bomba atómica fue ensayada en el
desierto de Nuevo México.
El cielo se incendió, y Robert Oppenheimer, que
había dirigido los experimentos, sintió orgullo de su
trabajo bien hecho.
Pero tres meses después de las explosiones en
Hiroshima y en Nagasaki, Oppenheimer dijo al presidente Harry
Truman:
—Siento que mis manos están manchadas de sangre.
Y el presidente Truman dijo a su secretario de
Estado, Dean Acheson:
—Nunca más quiero ver a este hijo de puta en mi
oficina.
Eduardo
Galeano, del libro "Espejos. Una historia casi universal" 2008, SXXI.
(pp 882-83)
Albert
Einstein por Philippe Halsman
Fotos: Los ojos
más tristes del mundo
Nueva Jersey,
Princeton, mayo de 1947. El fotógrafo, Philippe Halsman, le pregunta:
—¿Cree usted que habrá paz?
Y mientras la
cámara hace clic, Albert Einstein dice, o musita:
—No.
Según cree la
gente, Einstein recibió el premio Nobel por su teoría de la relatividad,
fue el autor de la famosa frase: Todo
es relativo, y fue el inventor de la bomba atómica.
La verdad es que
no le dieron el Nobel por su teoría de la relatividad y nunca
dijo la frase ésa. Y tampoco inventó la bomba, aunque Hiroshima y Nagasaki no
hubieran sido posibles si él no hubiera descubierto lo que descubrió.
Y bien sabía él
que sus hallazgos, nacidos de la celebración de la vida, habían
servido para aniquilarla."
Eduardo Galeano,
del libro "Espejos. Una historia casi universal" 2008, SXXI. (pp
882-83)
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